sábado, 9 de enero de 2016

Odio se pobre. 
Mas odio se cola.
Adoro a mi familia.
Adoro a mi perro.

Más me gustaría follar al maestro culón que arregla el techo y que se gasta un culo de proporciones astronómicas.

Más quisiera irme de este puto país.

Por mi el ébola arrasara con todo. Menos conmigo.

Pero de todo... Morir.  Lentamente, como entrando en un sueño profundo sin vuelta.  Lento y sin dolor. Sin llanto por los que se fueron y menos por los que quedan.

Ese día año nuevo me quedé solo en una esquina mirando que había. Nada.

Santiago no es muy amistoso con los foráneos así que me fui por la Alameda o como se llame a esa altura. Un puete curvo peatonal. La gente con copas y cotillón que hoy de seguro es basura colorinche.  Luego mirar un rato los fuegos pretendiendo ser parte de esa fauna endogámica. Pero no...
Luego mirar el vacío, el agua turbia del Mapocho corría y aun corre con fuerza, y pensaba en como sería caer ahí.

Se me vino a la mente Madre Salvaje y Padre Grunón...   Aun que hoy con este ánimo que tengo pienso que debí haber saltado.

Luego a comer algo. A la maricoteca. 

El muchacho no era de mi agrado y lo sé. Y me siento mal por eso pero no era de mi agrado.  En la calle lo encontré.   Y así en medio del colerío lo dejé.
Putos colombianos, viejos weones que andan con pendejos, viejos que se creen ricos.

Debo ir una vez ao año y serviŕa de recordatorio de como es la vida del cola.  Pero antes de terminar así prefiero ir al puente curvo y saltar de una vez por todas.

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Juanito
(Desde el celu)

1 comentario:

  1. Yo no sé. Entre recordar lo que hice el año nuevo y tener una mala noche, es preferible olvidar ¿no?

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