Esa noche no pude dormir, me levanté a las 11 de la noche
con un apetito voraz que no podía saciar.
Recuerdo que el Doc me dijo que con la nueva dosis el hambre no sería
tanta y que podría andar feliz por la vida sin necesidad de necesitar
sexo… Pero no pasó eso.
Me metí al chat cola por excelencia, me metí a mh.net, otro
antro de sexo programado, ambas páginas catálogos de carne cruda cola nacional.
Al final un gordo de 1.80m, grande, rubio, culón…
Lo mismo de siempre, otra paja humana, otro culo enorme
dónde mi pico se perdía a riesgo de no volver, un hoyo negro con una súper
gravedad que tragaba hasta la luz que emitía la radio del auto, donde mi pene
vació su contenido lácteo.
¿Volveremos a vernos? – Preguntó él, inocente.
¡Sí!, Dalo por hecho – Mentí sin culpa.
Luego seguí con mi cacería, al otro día me iba a Santiago y
quería un culo capitalino para saciar el hambre, hambre incontrolable, o mejor
dicho controlable pero que mi cabeza se niega a controlar, víctima de mis
deseos más oscuros.
Hambre, ahora mis tripas reclamaban por el hecho de no haber
sido alimentadas como es debido.
Servicio de comida rápida a las 4 de la mañana. Mega sándwich. Y el hambre del estómago fue muerta.
Ahí en el PC seguía con mi búsqueda de cuero santiaguino y
conseguí a un tipo, un profe de educación física, conversamos algo antes de
intercambiar nuestros números de teléfono.
Llamada.
2 horas hasta que llegó el alba y debí partir a Santiago.
Me fui, y simplemente me dejé llevar por el viaje…
Cuando llegué a Santiago tenía un mensaje en mi celular.
-Sabes, no podré juntarme contigo, vendrá una tía a
visitarme porque estoy medio resfriado.-
Patrañas, qué weón de 27 años que dice que no tiene familia
en Santiago es visitado de pronto por una tía.
Ok – Esa fue mi única respuesta antes de olvidarme de él.
Luego me fui al barrio alto, debía hacer unos trámites
personales, debía conseguir un documento en un lugar en el que trabajé. Ahí comencé a sufrir.
Porque uno mira, uno desea, uno quiere que esas situaciones
que se dan en las novelas rosa, en las novelas cola, donde de repente aparece
un desconocido y te habla, donde cruzas miradas con extraños que te
sonríen. Donde alguien se atreve a
cruzar el anonimato y te encara en busca de un saludo, de un algo. Pero no, eso no ocurre, eso pasa en los
libros, en las series gringas, o en las series Chilenas con gente tan blanca
como los gringos. A la gente fea como
uno no le pasan esas cosas, eso no ocurre, nadie te busca en un baño para tener
sexo como las promiscuas que pululan en los sanitarios de los centros
comerciales. No ocurren esas cosas,
porque uno es cola y pobre, y aparte feo, un paria entre los parias, el weón
que no tiene dos tonos de piel más blanco, el wn que no tiene 10 kilos menos,
el wn que no tiene una cara más caucásica, el wn que no pudo pagar 50 mil más
por un colegio privado, el wn que suma y sigue en la búsqueda de defectos.
A ese cola, al promedio nacional, nadie lo quiere, y de ahí
naces sub grupos que se unen para combatir el rechazo de los minos bien. Pero aún entre estos grupos el aislamiento
sigue.
Seguía mirando caras, a ver si alguno de ellos me
correspondía la mirada, nada de miradas eróticas o muy obvias, nada de eso,
sólo mantenía la mirada unos 4 segundos en busca de que la sostuvieran por más
tiempo. Nada.
De ahí al falo chilensis, la mole de concreto y cristal donde
el wannabe desfila, donde las locas entran en manada a M&H por sus prendas
de la micro temporada, esa que termina dos meses después. Las mismas colas que entran a AZRA por más
prendas ajustadas y sobre valoradas, esas que te miran en menos, esas que pasan
la tarjeta cencosud, o la polar, o falabella y compran todo su sueño fifí a 36
cuotas precio contado que de contado no tiene nada. Y Yo ahí miro, observo y me siento envidioso
por no poder lucir como Ellos, pero a la vez tampoco me siento orgulloso de
querer ser como ellos, básicos, hedonistas, discriminadores… Pudiendo pagar todo eso sin tarjeta de
crédito, al contado, sin deudas, pero no, no me hará mejor que ellos.
Sigo caminando, y nada, la gente pasa y los hombres guapos
de la Capital cola de Chile ni se enteran que ando de paso, que Juanito Fulanito
está de visita y que puede garantizar varios orgasmos sin cansarse. No, no existo, no soy nadie, mi opinión no
vale entre tantos blogs que existen. No
hay caso.
Entro a un restorán, estoy antojado de sushi o como dicen
los más siúticos (y que por suerte no he escuchado en persona) “sashi”.
Y vuelvo a observar, un wn guapo con pinta de maraco con su
polola, otro tipo medio snoob con su pantalón rockford, camisa polo y zapatos
guante, todos usan la misma teñida, del mismo color. Luego un par de maracos, lo sé, nadie me lo
ha dicho, su comportamiento los delata, esas miradas complacientes, esas
sonrisas pícaras que ningún hombre hetero regalaría a otro hombre, los gestos,
todo los delata, pero no todos se dan cuenta, sólo ojos bien entrenados pueden percibir
el olor anal rancio de los maracos…
Como, tranquilo, el garzón me regala una mirada pero no sé
qué hacer, no hago nada y finalmente termino mi plato de salmón y camarones
crudos con arroz y palta…
Me voy con cara de culo al metro, pero antes paso a la
galería de los gamer, a ver que juego puedo comprar para mi consola, pero nada,
todo caro, todo lejos del alcance, aunque en verdad no es así, de querer podría
comprar pero encuentro loco y desubicado gastar 40 mil en un blue ray que en
dos meses costará la mitad. Sigo de
largo.
Me aburrí, tanto así que perdí el hilo de la trama que estoy
escribiendo, me fui raudo al terminal, la micro que me llevaría hasta ACity
saldría en 1 hora y media, espero, espero, espero, vitrineo y me paro en frente
de una mampara llena de artículos para el consumo de la cannabis y me paso
rollo de cómo sería estar volado porque debo ser del 1% que ha fumado y no ha
sentido nada más que un mareo, en fin, vitrineo, sicopateo, miro bultos
imaginando penes enormes que bambolearían al ser follados, traseros redondos de
anos peludos o lampiños, blancos o negros, sanos o enfermos, pero nada de eso
se ve a través del pantalón.
Llega el bus y al ser cortado el boleto por el auxiliar
caigo rendido...
Luego de tres día no me he levantado de la cama, la excusa
es el cansancio por el trabajo, mi consola se ha vuelto una amiga que me aburre
después de 45 minutos de juego o cuando los niveles se vuelven complicados para
este cerebro de adulto joven…
Y simplemente me doy por vencido…
Pasaron esos días de paja mental y física, volvió el
hambre… Así que seguí buscando hombres
dispuestos a ser mi mano pajera, dispuestos a entregarme su ano también
hambriento…
Ahí aparece Marcos, alto, más joven que Yo, 27 años, su foto
de perfil se veía poco prometedora pero aun así viajé 30Km para verlo, un motel
barato de 6000 pesos las 3 horas, un pack de condones con lubricante incluido,
fui.
Al llegar veo a este hombre gigante, su cara no me agradó
mucho pero al estrecharme la mano la fuerza con que lo hizo provocó en mí una
erección inmediata, de no querer follarlo ahora quería empalarlo ahí mismo,
pero no se podía, 1,80m con algo más de 100Kg, pero de brazos enormes, gruesos,
fuertes, bíceps enormes, y lo mejor, una voz de macho, de hombre, no de nena
siútica…
Nos fuimos al motel, y comenzó el webeo, besos, caricias,
apretones, golpes, todo medido, pero era genial tener a ese toro pasivo
dispuesto a montar mi verga, a ser mi puta y lo mejor a ser dominado por mi
salvaje gusto por la violencia sexual…
Pensé que duraría poco, pero no fue así, fue algo más de 45
minutos de mete y saca, hasta que salió ese olor que detesto tanto, olor a
sexo, olor a sexo cola, pero esta vez aumentó mi excitación, mis sentidos se
revolucionaron y las embestidas fueron aún más fuertes, de pie, en 4, montado,
lo puse como quise mientras lo penetraba y él se quejaba como hombre, hacía
unos sonidos que más caliente me ponían…
Al final me dejé llevar y me fui sobre su lampiño pecho…
¿Y la segunda? – Pregunté.
No, debo irme, debo viajar 60Km más para llegar a mi casa,
igual me gustó mucho culiar contigo pero es tarde ya y debo irme (eran las
10PM)
Me fue a dejar al centro y me fui a mi casa, liviano…
--
Juanito Fulanito